lunes, 30 de mayo de 2011

Bodegones (Icnocuícatl)


Héctor Hugo Escutia Cuevas
"Sones de un Latino Promedio"
©Editorial Revista Katharsis
Toledo, España




…inspirado en Ezio Flavio Bazzo

¿Has visto la expresión de los árboles cautivos de la ciudad?


Es triste, artificial, marasmática.


Árboles ornamentales,
nacidos de un montón de tierra,
tierra delimitada por concreto y asfalto.


Seres nutridos de aguas negras;
aguas que arrastran basura, orines, vómito;
por la inmensidad de aquellas avenidas que los poseen.


Desarrollándose están en ríos de mierda,
en ríos epidémicos de mierda;
llevan en su gesto la depresión severa;
de ser íntegros, fuertes;
pero destinados a morir
por las mismas causas
que la ciudad muere.


Sus troncos, embadurnados de cal,
y sus hojas manchadas,
son aún madera;
una mezcla de savia/sangre
y polvo/humo citadino
en ellos, ya fijo,
y que en sus rostros muestran;
esa es la expresión perfecta
de su contaminado entorno.


Pueden ser naranjos, pinos, duraznos,
almendros o abetos;
todos estériles;
eunucos por causas miles,
de semillas deformes,
de frutos hipotéticos, insípidos.


En sus resistentes troncos
hay llagas, cicatrices del agitado mundo;
sus troncos, heridos, son la evidencia
de una realidad unidimensional.


Sus hojas sumisas, sucias,
mirando al suelo,
al suelo de concreto;
intentan comunicar al monstruo,
esclavizador,
su anhelo de naturaleza,
su deseo vital,
quieren volver al pasto,
quieren volver a los bosques,
a las selvas, a las praderas, a los montes,
y al jardín trasero de un hermoso pueblo;
recuperar el honor de vivir.


Inhalan humo viciado,
exhalan aire/humo viciado;
y en sus venas, incipientes,
solo existen los vicios de la ciudad;
y en sus ramas, debilitadas,
caquécticas, anémicas,
solo crecen muñones secos de hojas deformes.


Ya no es posible saber
si son de naturaleza perenne,
o si mudan de hojas
en otoño, primavera o inverno;
ya no son aquella inspiración de Vivaldi;
sus ciclos, sus estaciones desacopladas,
su verdor ya hediondo,
lo determina el monstruo,
esclavizador,
poseedor, moderador absoluto
de la naturaleza en sus patrias.


Solo les queda el consuelo
de uno que otro migrante pajarillo,
noble y simpático ser
que elige a éste deforme
como el sitio propicio
de su inevitable continuidad.


Solo les queda el consuelo relativo
de uno que otro ruidoso nido,
que alberga una nueva vida,
que alberga una nueva esperanza;
aún sabiendo que esa semilla
será pronto, también, viciada.




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